

RESFRIADOS: Son, a todas las edades, las infecciones más corrientes y aunque sus manifestaciones clínicas son bastante similares, pueden variar la duración, intensidad y localización de las molestias que ocasionan, dependiendo del virus que los produce, pero también de la propia naturaleza y sensibilidad del niño. Estornudos, mucosidades, obstrucción nasal, malestar, quizá fiebre y tos, primero seca e inútil y luego más húmeda y productiva, componen el conjunto de síntomas de unos procesos que, salvo complicaciones, no requieren más tratamiento que el alivio de sus síntomas.
Estornudos Son el apellido de los resfriados y el signo más evidente de la actividad de los virus que los causan. Algún estornudo aislado sólo es una muestra de la sensibilidad de la mucosa nasal de los bebés.
MucosidadesInicialmente transparentes, poco a poco se espesan y se vuelven amarillentas, siguiendo luego el camino inverso en un plazo de 7 ó 10 días. Si persisten amarillas más de 7 días consecutivos, podrían indicar una sobreinfección por bacterias. Obstrucción nasalJunto con la tos, es el síntoma más molesto de los resfriados, especialmente para el bebé, que cuanto más pequeño, menos sabe respirar por la boca. Es debida a la mucosidad que llena las fosas nasales, pero también al edema o hinchazón de sus paredes, que no puede resolverse por más suero fisiológico que se emplee.
MucosidadesInicialmente transparentes, poco a poco se espesan y se vuelven amarillentas, siguiendo luego el camino inverso en un plazo de 7 ó 10 días. Si persisten amarillas más de 7 días consecutivos, podrían indicar una sobreinfección por bacterias. Obstrucción nasalJunto con la tos, es el síntoma más molesto de los resfriados, especialmente para el bebé, que cuanto más pequeño, menos sabe respirar por la boca. Es debida a la mucosidad que llena las fosas nasales, pero también al edema o hinchazón de sus paredes, que no puede resolverse por más suero fisiológico que se emplee.
Ronquidos y ruidos nasales: No es raro que a raíz de un resfriado, un bebé se pase semanas respirando ruidosamente, sin que el suero logre el silencio. Unas fosas nasales algo estrechas y quizá el aumento de tamaño de las vegetaciones adenoideas ocasionado por el catarro pueden ser los responsables de este problema, que debe ser valorado por el pediatra, pero que en muchas ocasiones sólo requiere tiempo. A veces, sólo roncan porque se les ha acumulado moco en la garganta, sin ni siquiera estar resfriados, con lo que un cambio de posición suele bastar para que cese el ruido.
Tos: La más benigna y útil es la tos blanda con la que el bebé se limpia la garganta de mucosidades, pero es normal que la faringe y la tráquea participen más o menos discretamente de los resfriados y su irritación produce una tos seca que puede llegar a ser muy molesta. Siempre que la tos despierte al bebé, es conveniente que el pediatra le examine. Como los estornudos, algún golpe de tos aislado carece de significado y muy pronto aprenden a provocárselo para llamar la atención. Cualquier resfriado puede provocar una bronquitis, que se manifestará por tos, dificultad para respirar y silbidos o ruidos en el pecho. Sin embargo, este último síntoma puede aparecer aunque el catarro se limite a la nariz y la garganta del bebé, porque los ruidos que se originan allí se transmiten a través de los bronquios y pueden oírse y hasta palparse en la pared torácica, exactamente igual que sucede con la voz, que se origina en la laringe pero que podemos oír y sentir poniendo la mano sobre el pecho. Si efectivamente sólo se trata de los llamados "ruidos de transmisión de vías altas", se oyen de forma intermitente y desaparecen cuando el bebé cambia la posición del cuello o se lo limpia con un golpe de tos. Con todo, si los ruidos reaparecen insistentemente o existe sospecha de que el niño tenga dificultad para respirar, debe ser visto por el pediatra.
Fiebre: Cuanto más intensos sean los signos de congestión de las vías respiratorias altas, los estornudos y la obstrucción nasal, más razonable es que el niño tenga fiebre, incluso alta, pero a menos que los padres tengan ya mucha experiencia, la fiebre en un bebé de meses es siempre motivo de consulta con el pediatra.
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